
POR RAMÓN BARRERAS FERRÁN
Cada 16 de octubre me hago la misma pregunta: ¿Qué celebra el mundo hoy? La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), llena de buenas intenciones, como está caracterizado todo su quehacer, propuso y fue acordado que la jornada se dedicara cada año a la alimentación en el mundo.
Soy un convencido, como muchos, de que el nombre dado al día no se corresponde, en modo alguno, con la realidad que circunda el planeta. En todo caso, refleja una voluntad imprescindible: que cada ser humano logre alimentarse adecuadamente, como merece, sólo por haber nacido. Pero ese derecho sigue siendo un verdadero idilio en tiempos de poderíos de guerras, de más millones en las arcas de pocos y más pobreza para los que no tienen nada.
Y no se trata sólo de la crisis financiera global o de una situación acrecentada coyunturalmente. Por el contrario. Con “bombos y platillos” se acaba de anunciar en Roma que descendió el número de personas hambrientas en el mundo de mil millones a 920 millones. ¡Vaya diferencia! Esa nueva cifra equivale –nada más y nada menos- al 15,3 % de la población mundial. Casi nada. ¿Qué razón existe para el jolgorio y la explosión mediática?
La mayoría de las poblaciones de los países de África –salvo muy pocas excepciones- muere de hambre a pasos agigantados. Los niños no crecen o crecen y mueren desnutridos y famélicos, sin auxilio, sin comida.
Entonces no debe llamarse Día Mundial de la Alimentación. En más de una ocasión he propuesto –desde este humilde sitio en Internet- que se le nombre Día Mundial de Lucha contra el Hambre. Es más justo desde todos los puntos de vista.
Porque la intención esencial es mover conciencias y despertar el interés de quienes tienen en sus manos el poder y los recursos financieros para avivar -¡por fin!- la necesaria y hasta ahora perdida voluntad política de los gobiernos en muchas naciones del mundo y en quienes pueden decidir, desde lo alto del firmamento económico, a dónde se destinan los recursos.
Mil millones de millones de dólares se destinan anualmente a la publicidad comercial y una cifra muy superior, a la carrera armamentista. Con una parte de esos montos sería posible paliar la situación de hambruna que vive el mundo globalizado, porque, lamentablemente, hasta el hambre está globalizada en estos tiempos.
Una y otra cumbre mundial se han efectuado y están prevista otras. ¿Qué resuelven en definitiva? Discursos huecos y llenos de promesas incumplidas y un despliegue mediático edulcorado las caracterizan, sin que el fruto real aparezca en sitio alguno.
¿Estará condenado el mundo a que el hambre siga siendo un problema social crónico y se eternice para siempre?
De hecho, no hablemos más entonces de alimentación, cuando para millones sigue siendo una utopía. Hablemos de hambre, de hambre, de hambre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario