lunes, 28 de febrero de 2011

La vergüenza del hambre


Hay más de mil millones de hambrientos en el mundo. Lo más insólito es que existe la tierra, la tecnología y la capacidad de producción para evitarlo pero a los centros de poder no les importa.

Por Daniel Córdova

El pasado año 2010, entre 40 y 50 millones de personas ingresaron al numeroso ejército de seres humanos que padecen hambre en el planeta. Quizás, como dice irónicamente el escritor Santiago Alba, esa cifra es tan escandalosamente grande que termina siendo inasible y lejana, y por tanto carece de la contundencia necesaria para captar toda nuestra atención, porque no es lo suficientemente precisa.

A ver, si dijéramos que 40.989.989 personas no tienen con que alimentarse y que cada 6 segundos muere un niño de inanición, entonces tal vez sí que sería una afirmacióncapaz de atraparnos o cuando menos lograr que experimentásemos una mínima sensación de angustia ante este terrible drama que golpea a cientos de millones, que además de verse reducidos a un lento y doloroso tormento, no tienen voz, no tienen derecho a expresarse libremente ya que, en definitiva, no son “noticia” para las empresas de comunicación nacionales e internacionales que se encargan de “informarnos”, es decir de ponernos al día.

El flagelo del hambre mundial en pleno siglo XXI constituye uno de los problemas más horrendos engendrados por el capitalismo y su metabolismo social autodestructivo, sustantivamente desigual y excluyente. De acuerdo con estudios del Programa de las Naciones Unidas para la Alimentación y el Desarrollo (Pnud), existen en la actualidad más de 1.000 millones de hambrientos. Es un número espeluznante, terriblemente espeluznante, mucho más cuando esos mismos estudios detallan que en el planeta existe plena capacidad, en términos de recursos, adelantos tecnológicos, tierras cultivables y mecanismos de distribución, para producir los alimentos que permitan satisfacer esa necesidad vital para una población de 12.000 millones de habitantes (un poco más de 3.000 millones de la cifra actual de la población mundial).

En pocas palabras, hay millones de hambrientos penando por todo el planeta, simple y llanamente porque no hay voluntad política para acabar con el hambre y mucho menos existe un movimiento social organizado, con plena conciencia de clase, dispuesto a exigir sus derechos y a rechazar los atropellos de los centros de poder hegemónico.

Los movimientos y las organizacionales sociales que han hecho seguimiento del caso han diseñado programas, a los que nadie les da importancia. El hambre, la pobreza y la miseria, que deberían ser el centro de la atención de la opinión pública mundial (incluidos los académicos, intelectuales, políticos, religiosos, militares y la sociedad civil), no están incorporados como temas privilegiados de la agenda setting de los medios de comunicación. Antes bien, el dispositivo info-comunicacional encubre la cruda realidad, con depuradas técnicas de ocultamiento, descalificación, fragmentación y descontextualización.

Tampoco puede asombrar para nada que así como se ha tendido un velo de desinformación en torno al fenómeno del hambre mundial, en paralelo también haya habido un silenciamiento bien planificado y sistemático de los logros contundentes que el gobierno de la República Bolivariana ha obtenido en materia de alimentación y mejor distribución del ingreso, gracias un proceso revolucionario y latinoamericanista, que enarbola las banderas de la inclusión, la soberanía, la plena igualdad social y el desarrollo humano integral.

A 12 años de gobierno revolucionario, hemos sido capaces de revertir el infierno en que se había convertido este país, gracias a las recetas neoliberales aplicadas de modo inconsulto y sanguinario durante los 90s. En esa época la pobreza llegó a rondar el 70% y la pobreza extrema el 40%. Venezuela estaba quebrada, desarticulada y se avanzaba de modo acelerado en el proceso de entrega a los grandes capitales transnacionales.

Con la llegada del Comandante Chávez se ha iniciado un proceso arduo de rescate de la soberanía en el control de nuestro principal recurso energético y de exportación. El petróleo y la renta que produce, ya no van a parar a las oligarquías locales y foráneas, sino que se invierte en salud, educación, cultura y alimentación. Las estadísticas demuestran que no se trata sólo de una percepción, sino que hay cifras concretas que revelan un mejoramiento de las condiciones de vida de las grandes mayorías.

En total se han invertido 330 mil millones de dólares en gasto social, lo que ha supuesto un incremento de 6 veces con respecto al total de la plata destinada a este concepto durante la última década de los gobiernos de la IV República (democracia representativa). El porcentaje de hogares pobres ascendía a 43% en 1998 y en 2010 descendió a 26,8%; y la pobreza extrema que se ubicaba en 21% durante el 1999 bajó a 7,1% hace un año. De acuerdo con estadísticas que se desprenden de un estudio de la OEA-Pnud en ese mismo período (1999-2010), la reducción de la pobreza fue de 44% en Venezuela, 35,8% en Ecuador, 36,9% en Chile, mientras que el promedio en América Latina llegó a 24,8%, es decir, que en Venezuela por poco se duplica la tendencia observada en buena parte de los países de la región. Con respecto a la indigencia, las cifras indican que ésta se redujo en el subcontinente en 31% y en Venezuela en 54,4%.

El índice de Gini, que mide la desigualdad en la distribución de la riqueza económica, para 1998 en Venezuela era de 0,4865 y el año pasado había descendido a 0,3898, mientras más se acerca a cero menos desigualdad existe, por eso es el más bajo de América Latina.

El representante de la FAO en Venezuela, Alfredo Missair, afirmó a fines del año pasado que el trabajo desarrollado en el país ha permitido incrementar el consumo de calorías per capita en un 31,2 por ciento y una reducción de casi el 10 por ciento en la pobreza extrema. Missair, destacó que vamos en la dirección correcta en la reducción del porcentaje de personas que padecen hambre, uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de cara a 2015.

Los medios siguen empeñados en satanizar a Chávez y la oposición que ha llegado al parlamento agrupada bajo una supuesta plataforma unitaria, que ha recibido el flamante nombre de Mesa de la Unidad Democrática (MUD), ha quedado al descubierto en sus ansias de volver al pasado. Está bien claro cuáles son los intereses que representan y cuál su programa de gobierno: neoliberalismo, privatizaciones, represión, entrega servil y cero políticas sociales.

El año 2011 se perfila como la candente antesala de una crucial confrontación electoral para 2012, cuando será sometido a votación popular el cargo para Presidente de la República. La batalla será encarnizada y los medios en comparsa seguirán jugando cuadro cerrado con la mentira, la manipulación y la desestabilización. El pueblo y su conciencia tendrán la última palabra.

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