
Por Fabián Henao Ocampo
Actualmente y según los datos de la agencia de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 13.5 millones de colombianos sufren hambre, es decir que un 18% de la población la padece y de esa cifra 15 mil son menores de edad.
Según ese informe que ha sido publicado recientemente por la revista Portafolio, el hambre es una enfermedad silenciosa que no sólo se padece en sectores vulnerables como el Chocó, sino que hoy en día este fenómeno afecta a muchos ciudadanos colombianos que pasan el día sin comer un sólo alimento porque no tienen como sostenerse en sus necesidades básicas.
Yo suelo contarles a mis estudiantes que alguna vez quedé muy sorprendido al encontrarme a un habitante de la calle de Dosquebradas comiendo cartón con agua, ese era el desayuno, al que se había acostumbrado desde hacía mucho tiempo. Y el caso de unos niños en Bogotá a los que su mamá los alimentaba desde pequeños con agua de panela y papel periódico. Son dos historias muy duras en las que es posible evidenciar la realidad de una situación que soportan muchas personas en nuestro país.
Hasta hace unos años, los ciudadanos nos “erizábamos” al observar las imágenes de los niños del África a punto de colapsar por la desnutrición, ese era el icono de la lucha contra el hambre en el mundo, hoy se hace necesario recordar esas imágenes adaptándolas a las circunstancias colombianas aquí también tenemos pobres y aquí también se muere la gente de física hambre.
Afortunadamente existen muchas entidades del estado, organizaciones, fundaciones, asociaciones, personas naturales y empresas que se dedican a contribuir para erradicar o disminuir el flagelo del hambre en nuestras comunidades. Que bendición tan grande y que obra tan maravillosa la que realizan las Iglesias (de cualquier denominación) cuando ofrecen alimentos a los que no los tienen.
Una de las grandes tareas que tenemos los seres humanos es la de colaborar en la medida de nuestras posibilidades ante esta tragedia de la humanidad y para ello debemos identificar si la persona a la que le vamos a ayudar verdaderamente lo necesita, porque en el mundo existen tres tipos de personas: Los que piden y necesitan, los que no piden pero necesitan y los que piden sin estar necesitando.
Debemos estar atentos, muchas personas que conocemos terminan aguantando hambre en silencio. He conocido varios casos en los que la gente por pagar una deuda, por adelantar un estudio, por la pobreza de su casa, por malgastar el dinero o por sostener un vicio, terminan pasando el día con un tinto, con una menta y con una caja de chicles que para nada los alimenta.
La próxima vez que vayas a recatear la comida, acuérdate en ese momento que 13 millones y medio de colombianos están esperando que alguien les sirva un poquito del alimento que estás rechazando.
(Tomado de El Diario de Otún)
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