Por ALONSO MATA BLANCO (amata@nacion.com)
Mafalda: “Me parte el alma ver gente pobre”.
Susanita: “A mí también”.
Mafalda: “¡Habría que dar techo, trabajo, protección y bienestar a los pobres!”.
Susanita: “¿Para qué tanto?, bastaría con esconderlos”.
El texto anterior, extraído de una caricatura de Quino, funciona como espejo de la realidad. La peor derrota de la humanidad es cuando la injusticia desfila frente a los ojos de la gente, pero pasa inadvertida.
En Costa Rica, la pobreza tiene como rehenes a unos 287.000 hogares, según la Encuesta Nacional de Hogares del INEC, de noviembre pasado. Esta cifra representa el 21,6% del total de los hogares. De ese porcentaje, un 6,4% (8.000 familias) sobrevive en condiciones de extrema pobreza. En el 2009 este porcentaje fue de 20,6% y en el 2010, de 21,3%.
El sociólogo español Fernando Gil describe la pobreza como la exclusión más dramática de nuestra época. “Se manifiesta en una imposibilidad de acceder a una serie de derechos básicos como vivienda digna, educación de calidad o alimentación sana”, explica.
Pero, ¿cómo decidir quién es pobre y quién no? El asunto es complejo. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) considera que están en estado de pobreza aquellos con ingresos mensuales inferiores a ¢92.122 en la zona urbana y a ¢70. 970 en la zona rural. A quienes ganan menos de ¢41.842 en sectores urbanos y de ¢34.921 en áreas rurales, se les cataloga en pobreza extrema.
Tales montos son los mínimos para comprar la canasta básica, un conjunto de alimentos (52 para la zona urbana y 44 para la rural) para satisfacer las necesidades calóricas de un hogar promedio.
De esta medición se desprende que las mujeres, los niños, los mayores de 65 años y los inmigrantes son los más golpeados. Casi la tercera parte de los hogares en pobreza tienen como jefe a una mujer, y la región Chorotega es la más pobre de Costa Rica.
Ente las causas de la pobreza, destaca un desempleo del 7,7% y un creciente subempleo (vendedores ambulantes, recolectores de basura, empleadas domésticas y peones de la construcción). De hecho, la mitad de los nuevos puestos de trabajo creados entre julio del 2010 y julio del 2011, fueron para ejercer oficios no calificados.
Además, según el Informe Estado de la Nación del 2011, en las últimas tres décadas se redujo el impacto de la inversión social y decayeron los programas de vivienda.
No obstante, la medición de la pobreza a partir de los recursos económicos, ha sido cuestionada por algunos estudiosos del tema. El premio Nobel de Economía Amartya Sen afirma que “no hay una correspondencia estrecha entre la pobreza vista como escasez del ingreso, y la pobreza vista como incapacidad para satisfacer algunas necesidades elementales y esenciales”.
El economista costarricense Ronulfo Jiménez coincide con este argumento y destaca además la relevancia del otros factores como el llamado capital social. Con esto se refiere a los recursos no monetarios que posee una persona para lograr algo: sus contactos y las relaciones que logre establecer con ciertas personas, con un partido político o con la comunidad misma. Todos estos recursos son utilizados como instrumentos que aumentan la capacidad de acción de un individuo.
Visto así, la pobreza no debería medirse solo por la falta de acceso a bienes materiales, sino por la capacidad o incapacidad de utilizarlos eficazmente.
De vuelta a la forma usual de cuantificar la pobreza, todo sugiere que en otros países de América Latina, la situación es más grave: a finales del 2010, se contabilizaron 177 millones de personas pobres en la región.
No hay comentarios:
Publicar un comentario