viernes, 4 de abril de 2008

LÍNEAS DESDE PERÚ: Vencidos por la inflación importada


Por Juan De la Puente (*)

Paradójicamente, el ministro de más bajo perfil en estas semanas de inflación de alimentos es el de Agricultura. Aunque no debería extrañarnos. El Ministerio de Agricultura es un reducto de posiciones que se resisten a la implementación de políticas específicas dirigidas a atender la inseguridad alimentaria del país.
Es cierto lo que se ha dicho estos días: un Estado moderno no es aquel que intenta combatir la inflación peleando contra los especuladores y las placeras. Pero tampoco lo es el que se resigna a la subida de los precios internacionales de los alimentos importados. Si excluimos de las iniciativas aquella del uso intensivo de la harina de papa en reemplazo de la del trigo, el Estado prácticamente ya se ha rendido en la batalla por la seguridad alimentaria. ¿De dónde viene esta actitud de virtual rendición? Muy probablemente sea subsidiaria de otras ideas más recurrentes, como la contemplación del crecimiento como un resultado final al que no hay que realizar ninguna corrección o aquella que sostiene que deberíamos aceptar inertes la globalización e insertarnos en ella de modo acrítico porque "no hay nada que hacer" más allá de bajar los aranceles cada vez que suben los alimentos importados.
Vivimos las consecuencias de esas visiones; el país ha bajado la guardia en los propósitos de la seguridad alimentaria y nutrición consensuados hace seis años en la decimoquinta política de Estado del AN. Pero hay mucho más de lo que se puede hacer, por ejemplo fortalecer dos procesos que ya han demostrado ser eficaces para el desarrollo rural peruano: 1) Avanzar con un mayor respaldo del Estado en el proceso de titulación de tierras a cargo del PETT y de su reorganización luego de su absorción por Cofopri; 2) Fortalecer, con un compromiso más preciso del resto del Estado, el desarrollo alternativo en las cuencas cocaleras, proceso que ya ha mostrado éxitos, al incorporar más de 60 mil hectáreas a los cultivos ilícitos; y 3) prestar más atención y respaldo al proceso de diversificación de la producción de alimentos, ahora solo con propósitos de agroexportación.
Tampoco debe quedar fuera de las políticas públicas el mal endémico del financiamiento del agro, al que llegan ahora solo las cajas rurales con una cartera de colocaciones insuficientes frente a la demanda de crédito. Se han sugerido también fórmulas novedosas. Una de ellas, las redes de información en línea a nivel nacional y regional para movilizar a los pequeños productores, para defender sus precios originales frente al precio final. No obstante, queda al frente lo más importante, la urgente demanda de reducir la brecha que genera la dependencia alimentaria, impulsando la producción nacional de productos importados y lograr cambios en los hábitos de consumo. Allí reside también el problema de fondo de todo esto, es decir, la negativa de un sector del Estado a organizar, coordinar, promover y planificar.
Es cierto: ni el espíritu del estanco colonial, controlador, ni la inercia de la rendición.

(*) Comunicador, periodista y profesor peruano

(Publicado en Diario La República- Columna: La mitadmasuno)

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