
Según el último informe de la FAO y el Banco Mundial sobre el estado de la agricultura y la alimentación global, existen en la actualidad 1.000 millones de personas en el planeta que sufren hambruna.
Las sequías, los conflictos y el incremento de los precios de los alimentos ha hecho que este número aumente considerablemente en los últimos años y, paradójicamente, el 80% de las personas que padecen hambre vive en zonas rurales de donde salen la mayoría de las materias primas para alimentar a todo el mundo. Dos tercios de estas personas se concentran en siete países: Bangladesh, China, República Democrática del Congo, Etiopía, India, Indonesia y Pakistán.
Sin embargo, tal y como advierte la oenegé Ayuda en Acción “lo que no se está debatiendo es un factor que será clave en dicha crisis: el cierre de la brecha de género”. Según datos de la FAO, reducir las desigualdades entre hombres y mujeres implicaría la reducción de entre 100 y 150 millones de personas en el colectivo de población que padece hambre. Y es que, señalan en Ayuda en Acción, “la feminización de la pobreza se ha perpetuado debido a la vulneración sistemática de los derechos de las mujeres en todo el mundo”. “Existen lugares donde las tradiciones religiosas y culturales las condenan a un segundo plano, convirtiéndolas en muchas ocasiones prácticamente en invisibles”, añaden desde la oenegé.
De hecho, el 70% de las personas hambrientas, el 80% de las personas refugiadas a nivel mundial y el 64% de los analfabetos del mundo son mujeres. A su vez, el 60% de los menores de edad que no asisten a la escuela primaria son niñas.
Los datos de la FAO reflejan además que el 43% de la fuerza laboral agrícola en países en vías de desarrollo está en manos femeninas, con diferencias que van desde el 20% en Sudamérica hasta cerca del 50% en Asia Oriental, el Sudeste asiático y África Subsahariana. En cuanto al empleo del tiempo en este mismo ámbito geográfico, entre el 85% y el 90% de las tareas domésticas relacionadas con la comida está a cargo de mujeres, que también se encargan del cuidado de su familia –hijos y personas mayores– y del aprovisionamiento de leña y agua.
Esta situación deja a la mujer en inferioridad de condiciones con respecto al hombre, algo a lo que habría que añadirle, además, las leyes discriminatorias que en muchos países las relega a una situación secundaria y totalmente dependiente.
“Por eso y para garantizar el derecho a la alimentación universal, se hace necesario corregir las desigualdades de género”, afirman desde Ayuda en Acción, donde advierten que “si continuamos obviando dichas diferencias de género, el machismo en definitiva, en las políticas, programas y leyes nacionales e internacionales, se repetirá esta injusta situación a la que se somete a más de la mitad de la población”.
La erradicación de la pobreza extrema y del hambre será una meta difícilmente alcanzable y “una asignatura pendiente” para la sociedad civil y los gobiernos mundiales, concluyen en la oenegé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario