miércoles, 14 de septiembre de 2011

¿Alimentación o Hambre?


La dicotomía vuelve a estar presente. ¿Qué se celebrará el 16 de octubre? ¿Qué promoverán? ¿Alimentar por un día o luchar contra el hambre todo el año? La propuesta no es adecuada en un mundo con tantas necesidades y pobreza

Por Ramón Barreras Ferrán

Lo dije el año pasado y lo repito de nuevo. Ante el panorama que presenta el mundo, con casi mil millones de personas sufriendo hambre de forma permanente, es una herejía celebrar el 16 de octubre como el Día Mundial de la Alimentación. Más justo sería denominarlo Día Mundial de Lucha Contra el Hambre.

Pero quienes pueden decidir al respecto no lo toman en cuenta o ni siquiera se han percatado de que la alimentación fue, es y será por mucho tiempo un propósito de todas esas personas pobres y de muchas más, no solo en los países denominados tercermundistas, sino también en los ricos y poderosos, con economías tambaleantes, pero dominadoras.

Pensemos solamente en lo que ocurre en el denominado Cuero Africano. Faltan alimentos y agua y las personas mueren por cientos, sin que la ayuda humanitaria tantas veces reclamada y prometida logre paliar, al menos, la muy dolorosa situación de los niños y las niñas. Muchos, desde la altura del Imperio, miran impasibles las imágenes de tantos seres humanos desnutridos y con las manos extendidas y los labios cuarteados, a punto de fallecer.

No obstante, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en su noble empeño de despertar conciencia y fortalecer la lucha, ya promueve la celebración (?) de ese día en el mundo, sobre la base de un tema aún más polémico: el precio de los alimentos.

En sus argumentos plantea que entre “2005 Y 2008 los precios mundiales de los alimentos básicos alcanzaron sus máximos valores en 30 años. Durante los últimos 18 meses de dicho período el precio del maíz aumentó un 74%, mientras que el del arroz se multiplicó por cerca de tres (un 166%).

“En más de 20 países se registraron disturbios relacionados con los alimentos. Los editorialistas decretaron el fin de los alimentos baratos. Entonces, tras alcanzar su valor máximo en junio de 2008, los precios se desplomaron —disminuyeron un 33% en seis meses— a medique una extensa crisis financiera y bancaria empujaba a la economía mundial a la recesión”.

En 2010 los precios de los cereales se dispararon y aumentaron un 50%, y continuaron incrementándose durante 2011 antes de comenzar a caer en cierta medida en el segundo trimestre de dicho año. En ese momento resultaba difícil predecir lo que iba a ocurrir a continuación.

Plantea la FAO que los economistas creen que es probable que los altibajos de los precios experimentados desde 2006 se repitan en los próximos años. En otras palabras: es probable que la volatilidad de los precios de los alimentos —el término técnico con el que se denomina el fenómeno— haya venido para quedarse.

Esto no es una buena noticia. Las variaciones drásticas de los precios, especialmente al alza, constituyen una grave amenaza para la seguridad alimentaria de los países en desarrollo. La población pobre es la más gravemente afectada. De acuerdo con el Banco
Mundial, en 2010-11 el aumento de los costos de los alimentos llevó a cerca de 70 millones de personas a la pobreza extrema.

¿De la crisis a la estabilidad?

La interrogante es tan resbaladiza como el agua entre los dedos.

Sin embargo, se ha incluido como el tema principal del Día Mundial de la Alimentación de este año para arrojar luz sobre esa tendencia y sobre las medidas que se pueden adoptar para mitigar sus efectos en la población más vulnerable, según la FAO.

Por supuesto que los repuntes de los precios pueden perjudicar a los países pobres, haciendo que les resulte mucho más caro importar alimentos para su población. En 2010las naciones de bajos ingresos y con déficit de alimentos (PBIDA) gastaron 164 mil millones de dólares estadounidenses (USD) en alimentos importados, cantidad que constituye un máximo histórico y representa un aumento del 20% con respecto al año anterior.

Los agricultores también se ven perjudicados porque necesitan saber los precios que conseguirán sus cultivos en el momento de la cosecha cuando aún faltan meses para ello. Si es probable que consigan precios elevados, plantarán más. Por el contrario, si se prevé que sean bajos plantarán menos y reducirán costos, agrega la FAO.

Resulta muy fácil que los agricultores puedan acabar produciendo demasiado o muy poco. En los mercados estables pueden ganarse bien la vida, mientras que los volátiles los arruinen arruinarlos al tiempo que desincentivan la muy necesaria inversión en la agricultura.

Para saber cómo y hasta qué punto podemos controlar la volatilidad de los precios de los alimentos, es necesario saber con exactitud por qué, en tan solo unos pocos años, el mercado mundial de alimentos, que era estable y presentaba precios bajos, se convirtió en un mercado turbulento caracterizado por altibajos repentinos de los precios.

La respuesta es clara: “a río revuelto, ganancia de pescadores”. ¿Quiénes ganan? Los poderosos, las transnacionales. ¿Quiénes pierden? Los pobres, los pobres de siempre.

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