
Las Naciones Unidas advirtieron sobre una inminente crisis alimentaria impulsada por desequilibrios económicos.
El constante aumento de la población mundial, a lo que se agrega la fuerte subida del precio de los alimentos y la enorme brecha que separa a quienes habitan naciones desarrolladas y los que sobreviven en países de extrema pobreza, son desequilibrios económicos y demográficos que han encendido luces de alarma en el plano internacional.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), denunciaron ayer en Ginebra lo que consideran una situación de extremo riesgo que puede desencadenar una crisis de incalculables consecuencias si no se actúa a tiempo. Más allá de la actual situación financiera en Europa y los Estados Unidos, con repercusiones en todos los mercados y un enfriamiento del crecimiento de China y otras naciones emergentes,
la cuestión del hambre plantea un grave problema de fondo y difícil de resolver porque está concatenado con desigualdades históricas.
Si bien hay capacidad de producción alimentaria, gracias a las nuevas tecnologías que logran altos rendimientos en las cosechas, la FAO y del PMA observan que el dramático problema del hambre debe revertirse encontrando soluciones a la actual volatilidad del mercado de los alimentos y lograr pasar de una situación de crisis a una de estabilidad que garantice el suministro para toda la población.
Es así que entre 2005 y 2008, los precios de los alimentos alcanzaron su nivel más alto de los últimos 30 años, con incrementos insostenibles en insumos básicos que se mantienen como el maíz, que ha subido un 74% en los últimos 18 meses, o el arroz, con 166% en igual período. Esto ha derivado en los últimos años en episodios de agitación civil en una veintena de países -peor en el Cuerno de Africa-, en un panorama exacerbado por el inicio de la crisis económica internacional en 2008, por el juego de los especuladores y la inestabilidad actual.
Hambrunas crónicas, como las que afectan a las regiones africanas más desprotegidas, matan a más gente cada daño que el sida, la malaria y la tuberculosis. Si consideramos que este mes la población mundial llegará a los 7.000 millones de habitantes, a pesar de haber bajado el ritmo de crecimiento demográfico, también aumentarán las desigualdades y la supervivencia alimentaria será caótica.
Tomado de Diariodecuyo.ar)
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