jueves, 16 de febrero de 2012

La pobreza de Africa oriental


El Cuerno de África está ubicado donde vierte sus aguas el legendario mar Rojo con el Océano Índico. Esa zona, enclavada en la parte meridional del golfo de Adén, en frente de la península arábiga, no sólo es una de las regiones de mayor pobreza en el planeta, sino que el hambre, instalado de un modo ruin y perverso, es una constante que tuerce y doblega el destino del hombre pero que hiere la conciencia de todos los pueblos y gobiernos del mundo que en plena expansión y avance científico y tecnológico de asombrosa dimensión, todavía no han aprendido a resolver y definir el problema y el significado trascendente de la vida.

Las precarias estadísticas existentes estiman que ya murieron alrededor de 10.000 personas en el sur de Somalia antes de que la hambruna fuera declarada. Y alrededor de 29 mil menores de cinco años, según cálculos de Estados Unidos.

Esta zona integrada por la totalidad de los países de Somalía, Yibuti, Eritrea y Etiopía, carga sobre sus espaldas un desatino histórico cuya característica es su inestabilidad política, que infiere consecuentemente en los aspectos económicos y sociales agravados por continuas luchas intestinas y guerras. Reviste singular valoración e importancia desde el punto de vista geopolítico donde los EEUU y los países más poderosos de Europa tienen su asiento interesado en esas tierras. Es ruta obligada de barcos petrolíferos y de mercancías, pero jamás ha sido ruta verdadera de generosa preocupación ante la profunda pobreza que diezma la existencia de familias completas.

Las noticias calamitosas de la prensa mundial durante el 2011 no han logrado cambiar un ápice la realidad inhumana de esa África doliente cuyas fotografías de la anti-humanidad recorren el mundo como elocuente testimonio de los que han perdido la voz.

El mundo tiene la obligación moral y política de no permitirse más la posibilidad del recuerdo que pueda significar la desaparición de esos pueblos por la indiferencia o por la carencia de bondad de un mundo que se debate frívolamente en la financiera estirpe material de su propia deidad. No basta la alcancía grande ni el amor de miles de organizaciones que abrazan la causa africana desde el corazón generoso. Es necesario que el mundo, desde el más alto nivel de los Estados, encuentre la ruta de la mercancía de la vida para salvar sus pueblos, que además de soportar la peor sequía de los últimos 60 años, se sostiene en la más cruel de las carencias: la desnutrición infantil sin retorno por ellos mismos.

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