La pobreza no es natural. Es socialmente producida, igual que la riqueza. Cuando a la pobreza generalizada se le suma la exclusión y se profundizan ambas, como está sucediendo en Guatemala, la injusticia social resulta lacerante y la gobernabilidad es muy difícil de mantener. Uno de los efectos más dramáticos de esta realidad lo constituye el casi 50% de desnutrición crónica infantil.
Por ADRIÁN ZAPATA (*)
La pretensión es enfrentar tanto las causas inmediatas del hambre y la desnutrición como las raíces estructurales que las determinan. Estas raíces se desarrollan a partir de la pobreza. Si no se le combate con decisión, por exitosos que pudiéramos ser en alcanzar la ambiciosa meta de reducir la desnutrición crónica infantil en 2.5% anual, dichos avances no serían sostenibles.Ahora bien, la pobreza en Guatemala es esencialmente rural, en términos cuantitativos y cualitativos. Los indicadores sociales evidencian lo primero y la historia explica lo segundo.
Pero la pobreza se enfrenta de manera sostenible, con desarrollo; y la pobreza rural, con desarrollo rural integral. Para avanzar en el logro de este propósito debe articularse una política de protección social que de manera focalizada atienda a los pobres, para lo cual las transferencias monetarias condicionadas constituyen un instrumento eficaz, particularmente en lo relacionado con salud y educación, contribuyendo así a romper el círculo intergeneracional de reproducción de la pobreza, evitando que los infantes caigan en la desnutrición crónica y que dejen de asistir a la escuela durante esos años críticos de sus vidas.
Pero las políticas sociales deben, a su vez, estar articuladas con las productivas, para que haya un crecimiento económico inclusivo, donde la mayoría de la población rural, cuya actividad económica es básicamente de infra y subsistencia, pueda transitar a ser excedentaria, paso que solo puede darse mediante la intervención del Estado, ya que el mercado por sí mismo no tiene tal capacidad.
Por eso, la promoción de la economía campesina, concebida en su diversidad de actividades productivas, puede ser uno de los principales caminos de escape de la pobreza, produciendo alimento y dinamizando las economías locales. La trilogía del Plan Hambre Cero es el camino, que incluye: acabar con la desnutrición crónica, abatir la pobreza e impulsar el desarrollo rural.
(*) Tomado de Prensa Libre, Internet.
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