martes, 26 de agosto de 2008

¿Dónde están los ojos para la pobreza?

Una página en Internet divulgó hace poco la siguiente pregunta: ¿Por qué los periódicos del sudeste asiático no publican en primera plana casos de gente que se muere de hambre o la falta de agua potable? Y explica a continuación que "la Suprema Corte india tuvo que intervenir para que el hambre pudiera regresar a la primera plana de la prensa.
Es un caso sorprendente. ¿Quién habría imaginado que una publicación necesita que la justicia le diga que el hambre sigue siendo un tema importante en este país y en el resto del sudeste asiático?".¡Qué contradicción! En otra parte del texto recuerdan, con acertado tino, que las hamburguesas Mac Donald, los refrescos Coca Cola y Pepsi, los pollos y muchos otros tipos de alimentos, tienen las páginas de publicidad abiertas en los medios de comunicación en cualquier sitio, ya sea impresos, televisivos, radiales o digitales, sin considerar en este caso las grandes vallas o pancartas que hacen visualmente insoportables a las ciudades. Bueno…, en cualquier sitio no; porque en Cuba las tienen -inteligentemente- desterradas.
Sólo en publicidad, en el mundo de hoy, se gastan 1000 millones de dólares cada año, igual cantidad que en la carrera armamentista, suficiente para alimentar a millones de hambrientos y para resolver un sinnúmero de problemas sociales diversos. Pero esto último, a los ricos y a su vez poderosos, no les interesa.Esa interrogante hecha en el continente asiático es perfectamente aplicable a América Latina y el Caribe. Nuestra área geográfica tiene hoy una cifra indeterminada de pobres y hambrientos. Y digo indeterminada porque unos estudios aseguran que son 54 millones, o sea, el 10 por ciento de la población total, otros afirman que gracias a las ¿políticas?, estrategias, programas e iniciativas (y le pongo intencionalmente signo de interrogación a la palabra políticas) ha disminuido en los últimos años a 50 millones. La realidad es que -fíjense- hablamos de millones, no de miles, ni de cientos, ni de decenas. ¡De millones! Me gusta utilizar una imagen gráfica elocuente para ilustrar el hambre y la pobreza.
En una populosa urbe de América del Sur, vi cómo un indigente buscaba entre los depósitos de basura, de manera afanosa, algo que llevarse al estómago. Andaba sucio, harapiento, despeinado… Era el rostro de la pobreza, de la desigualdad, de la tragedia… Por su lado pasó velozmente un Mercedes Benz de color negro, flamante, lujoso, con mucho brillo, y sus neumáticos salpicaron completamente de lodo al pobre indigente. Ni siquiera el conductor detuvo la marcha y expresó una frase de disculpa. Le era imposible. El aire acondicionado acumulado en el interior vale más para él que la dignidad del ultrajado.Pero de eso no tratan los medios de comunicación.
Me atrevo a afirmar que ni siquiera los llamados medios alternativos (les confieso que el calificativo no me gusta para nada) lo hacen con acierto. ¿Por qué? Porque el mundo de los medios de comunicación (MC) es tan poderoso y tan poderoso que promueve golpes de estado, golpes petroleros, quita y pone presidentes, gobernadores y alcaldes, tilda de terroristas a simples luchadores por la igualdad, provoca manifestaciones con personas que ni siquiera saben bien lo que reclaman…. Es que los MC responde con exactitud meridiana a los intereses de sus dueños, y en la inmensa mayoría de los casos, no son otros que quienes también dominan el poder financiero y económico. A esos "barrigas llenas", como les llamaron en una telenovela brasileña recientemente difundida en la TV Cubana, no les conviene para nada incluir a la pobreza y el hambre en la agenda mediática, en las líneas editoriales y mucho menos, denunciar que mientras unos pocos se enriquecen cada día más, una mayoría inmensa es cada vez más pobre en este mundo que gira sobre su propio ejes, pero "patas arriba", como lo definió el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro.
La FAO difundió hace poco: "El interés de los medios de comunicación occidentales por los temas del desarrollo es mínimo y los profesionales de la información no abordan en profundidad cuestiones como el hambre y la pobreza en el mundo, según un estudio publicado hoy por la Echo Research, empresa de análisis de medios, con sede en Londres, en base al análisis de 54 periódicos relevantes en 11 países occidentales. "Los medios de comunicación informan sobre iniciativas específicas y no tanto sobre problemas de larga duración, dice el estudio. Esto explicaría lo que se denomina como 'tono positivo de la cobertura', o sea, una recepción positiva de las iniciativas que aparecen para paliar o mejorar la situación. Asimismo, el estudio constata un mayor número de noticias sobre soluciones potenciales que sobre análisis de las causas de los problemas". La problemática está clara. La vida anda por un lado, el discurso político y mediático por ese mismo lado, y los medios de comunicación por otro. Es como una dicotomía en la prensa contemporánea.
Los teóricos de la guerra se atreven a afirmar que "una mentira dicha cien veces se convierte en una verdad". Valga tan aberración comunicativa como vía para ilustrar la idea.Si problemas tan acuciantes como la pobreza y el hambre no tienen espacio en los medios, difícil resultará que la conciencia al respecto crezca en la sociedad y en políticos y gobernantes con niveles e influencia.Es raro encontrar, incluso hasta en los medios más radicales y pragmáticos, comentarios de opinión sobre las causas que provocan esos problemas, que no son otras que las desigualdades sociales, la diferente distribución de las riquezas, el predominio de los monopolios financieros, el desinterés de los gobiernos por ejecutar programas sociales y muchos otros. Ausentes están también los reportajes de investigación, caracterizados por la indagación profunda allí, donde late el dolor o donde se adoptan las grandes decisiones, o sea, de lo particular a lo general, del fondo a la luz. Y el problema es mucho más agudo que el dolor atenazante en el estómago por las largas horas sin alimentarse. Está vinculado también -no puede dudarse- a las enfermedades y epidemias, a la elevadísima mortalidad infantil de los países de la región, a la droga, a la prostitución, a la delincuencia organizada, al analfabetismo, a la marginalidad… Los pobres y hambrientos viven sin futuro, sin esperanzas, sin hoy y sin mañana. ¿Quién lo dice en los medios? ¿Quién cuenta esas historias? Jamás lo hará la CNN, ni el New York Times, ni BBC Mundo, ni El País… Los soportes hay que buscarlos mucho más cerca de nosotros mismos.Faltan políticas gubernamentales, es cierto. Pero también falta voluntad de quienes tienen el deber de tratar en los medios de comunicación esos temas y no lo hacen, o lo hacen "por arriba", sin profundidad, sin objetividad.Vale preguntarse por otra parte: ¿los sistemas de enseñanza de nuestro continente, desde el preescolar hasta la universidad, incluye en alguno de los programas el tratamiento a tan complejos problemas? Me atrevo a decir que no en la inmensa mayoría. No olvidemos que las conciencias se forman desde las edades tempranas, para despertar el interés por el conocimiento. El asunto es tema para otra conferencia.Mientras haya una persona pobre y hambrienta en este planeta, los medios -y todas las instituciones-- no pueden permanecer ajenos, ni insensibles. El problema es demasiado grande. Parece como una maldición a gran escala.¡Qué se desate la ofensiva, pues, y quede a un lado la actitud simplemente defensiva de la convivencia con esos males que parecen ser hereditarios, pero no lo son!

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