
Cada año, más de ocho millones de niños mueren antes de cumplir los cinco años y 350.000 mujeres fallecen por las complicaciones del embarazo o del parto. Unos 70.000niños murieron de hambre y enfermedades tratables sólo en los tres días que duró la Cumbre de la ONU en la que se trataron los Objetivos del Milenio (ODM). Mientras, los líderes mundiales llegaban al encuentro con pocas expectativas más allá de constatar las dificultades para cumplir aquellas metas: unos 925 millones de personas, el 13,5% de la población mundial, pasa hambre. Apenas medio punto porcentual menos que cuando, en el 2000, se selló el compromiso de reducir la pobreza a la mitad, esto es, al 7%, para 2015.
A estas alturas, sería ingenuo sorprenderse de esos magros resultados. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha presentado como un gran logro los 40.000 millones de dólares que ya ha reunido para la implementación de un plan para mejorar la salud de mujeres y niños que, dice Ban, salvaría 16 millones de vidas. Teniendo en cuenta que un asesor del propio Ban aseguró que para llevar a buen puerto ese plan serían necesarios 169.000 millones de dólares, resulta difícil de entender el optimismo del secretario general de la ONU.
Más interesante parece la discusión en torno a nuevos instrumentos de financiación como la Tasa Robin Hood, una versión renovada de la famosa Tasa Tobin. Se calcula que podrían recaudarse entre 150.000 y 520.000 millones de euros al año imponiendo apenas un 0,05% a cada transacción financiera; otros abogan por tasar apenas las operaciones de divisas. Países como España, Francia, Japón, Brasil y Noruega se han mostrado a favor, pero grandes potencias como Estados Unidos se oponen. Para algunos, se trata de golpes de efecto, de medidas que lanzan los políticos sabedores de que acabarán disolviéndose, como ocurrió con la iniciativa propuesta por el economista estadounidense James Tobin. Por eso sorprende la contundencia del ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos: “No más informes. Ya sabemos lo que tenemos que hacer. La tasa sobre las transacciones de divisas es simple, útil y factible”. En su opinión, la UE debe liderar la iniciativa.
El debate podría resultar esperanzador, pero también tiene la función de desviar la vista de lo esencial: las ayudas directas de los países ricos de poco servirán mientras se mantengan las estructuras que condenan a media humanidad a la pobreza. Como el proteccionismo que aplican los países ricos a los productos agrícolas, aquellos en los que los países pobres son competitivos, o la regulación de los flujos financieros y la erradicación de los paraísos fiscales.
¿Más cifras? La mitad de la población mundial, unos 3.000 millones de personas, vive con menos de 2,5 dólares al día. El 20% de los ricos reúne dos tercios de los ingresos, mientras el 40% más pobre recibe apenas un 5%. Los datos evidencian, una vez más, que vivimos en un planeta rico donde viven muchos pobres. El problema es la desigualdad, no la pobreza.
La Unión Europea se comprometió a destinar a la lucha contra el hambre un 0,7% de su PIB. Pero, pese al apoyo de la población -un 80% de los europeos apoya la ayuda al desarrollo, a pesar de la crisis-, apenas cinco países lo están cumpliendo: Dinamarca, Luxemburgo, Noruega, Holanda y Suecia. España dedicó un 0,47% el pasado año y ha disminuido su ayuda bajo la disculpa de la crisis. Pese a las palabras grandilocuentes de Moratinos y ZP, la realidad evidencia otra cosa: no hay voluntad política para erradicar la miseria.
Decir que detrás de cada una de esos fríos números hay una realidad trágica es ya un lugar común, pero no por ello deja de ser cierto. ¿O alguien cree que dejó de existir el hambre en África sólo porque los editores de los telediarios decidieron dejar de mostrarnos imágenes de escuálidos niños etíopes que nos incomodaban durante el almuerzo? La cumbre de estos días ha sido otra solemne muestra de hipocresía global. Y deja un mal sabor de boca ya acostumbrado: hace ya tiempo que, en este mundo loco -al revés, que diría Galeano- el baremo de lo que es lógico, de lo que es normal, no tiene que ver con el sentido común.
No hay comentarios:
Publicar un comentario